miércoles, 10 de agosto de 2011

Monumento al soldado desconocido.

Fui soldado de bando perdedor. No elegí a quien debía obedecer, o que ideales defender. Pasaba por allí el ejército que me reclutó, como podría haber pasado el contrario, tal vez fue cuestión de horas, o de kilómetros. Lo cierto es que un día me vi acompañando una bandera que nada me decía, excepto que si no la seguía era hombre muerto.
¡Qué injusta es la guerra! Y sobre todo con el Pueblo. Ahora sé que es una cosa de ricos donde se mueren los pobres. Los generales, los poderosos, pueden ganar o perder las guerras; los soldados, sea cual sea su bando, solo pierden las batallas, y con ellas la vida, la cordura o el alma. Si además eres del bando que resulta perdedor, tu guerra no acaba con la paz, habrás de resarcir los platos rotos, se te culpará de los ideales que te impusieron, y tus jefes de no haber hecho bien tu trabajo. Toda tu vida pagando culpas que no eran tuyas.
En una guerra, yo soy del ejército de los que no quieren la guerra. Mis gentes estan en los dos bandos y pensamos lo mismo. Nos llevan como peleles, y nos obligan a matarnos porque ellos son los que mandan, pero en el fondo nos identificamos más con el desgraciado de enfrente que con el jefe exaltado con el que compartimos el rancho.
Los altos mandos, aquellos que nunca bajan a las trincheras, y desde su segura atalaya observan y deciden el destino de los desgraciados que estamos allá abajo, son luego los héroes de la Historia. Pero la auténtica, la única que merece la pena, es la pequeña historia de cada uno. En ellas se refleja la herida que en todo soldado deja la guerra. Las lesiones, si sobreviviste, los traumas, el hecho de que  nada volverá a ser lo mismo, que la guerra se te metió en las entrañas y no hay forma de sacarla. Y los héroes de esas pequeñas historias son, para mi, mucho más valiosos que los de las páginas de los libros.
Héroes de pequeñas historias, soldados de ambos bandos, olvidados en su desgracia apenas dejan de ser necesarios para aquellos que decidieron que debía haber una guerra. Que han de volver al trabajo y a su vida cotidiana como si nada hubiese pasado. Los mismos que te mandaron y lo rompieron todo, ahora te explican que hay que olvidar las rencillas y el pasado y reconstruir la Nación para que recupere su esplendor. Como en el chiste, mato a toda la familia y luego digo "perdón, me he equivocado de puerta".  Ellos, los auténticos responsables, siempre  quieren irse "de rositas". Y lo malo es que casi siempre lo consiguen.

miércoles, 17 de marzo de 2010

telegramas del alma

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Si estan bien escogidas, veinte palabras pueden evocar mil imágenes. El haiku japonés es un ejemplo sublime de que menos es más, si se hace bien.
Yo, que no procedo de tradición japonesa, prefiero hablar de telegramas del alma, recordando aquellos mensajes resumidos que se recibían en las casas solo por cosas importantes y estrictamente  con lo fundamental. Aquellos telegramas no hacían concesiones a las formas, solo el mensaje, breve y preciso. Hoy prácticamente se han perdido, como la pausa necesaria para condensar el mensaje a las palabras exactas. Hacen falta diez horas para un poema de cien palabras y cien horas para un poema de diez.
El Haiku tiene una estructura formal, tres versos de cinco, siete y cinco sílabas sin rima. La sonoridad en el japònés es diferente al castellano, por lo que creo que un poema breve en nuestro idioma no tiene que respetar ese esquema, para que mantenga el espíritu del Haiku.

viernes, 12 de marzo de 2010

Lo maravilloso de vivir


 Mientra unos dioses del infierno juegan con la vida de los presos, como todos los días, al caer la tarde, inmunes a cuanto les rodea, padre e hijo estan jugando.La alegría se desborda en cualquier parte. Juegan a un escondite permanente, porque la vida es juego.
El amor convierte en paraiso el holocausto. De la comida miserable de un campo de concentración  puede robarle al hambre unos trozos de pan y todas las ganas de comer.
Un juego eterno, convertir la vida en ocio en el más amargo de los escenarios posibles. Encontrar premios en la nada. La mentira puede ser el mejor regalo, mientras un humo, negro y denso de muerte, se apodera del espacio.  La sonrisa, sobreponiendose al dolor, desmiente lo malo, anula los peligros y crea un mundo de ensueño en medio del infierno.
Todos los signos del horror tienen un disfraz de bonanza, el amor endulza el acíbar, y hace posible no querer abandonar la pesadilla, o simular que se puede salir de un pozo sin fondo.
El niño tuvo su premio prometido, su victoria. El padre tambien, la sonrisa de su hijo hasta el último momento. No hay dolor que no lo alivie la felicidad de un hijo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Compañera

( Para A., al poco de conocernos, con toda la vida por delante.
Sevilla, primavera de 1978)


De entre todos los nombres, compañera
elegí para ti porque pretendo
pasar toda la vida ya sintiendo
tu presencia inseparable de mi vera.


Como al vino da el tiempo la solera
y de aroma y sabor va enriqueciendo
tu cálida presencia irá fundiendo
la fría soledad que antes sintiera.


Si el destino nos golpea a su modo
y la vida nos empuja en sus vaivenes
lucharemos por seguir codo con codo


Y cuando el tiempo platee nuestras sienes
quiero seguir diciendo: para todo,
compañera del alma aquí me tienes

jueves, 25 de febrero de 2010

nieve en la plaza.

Al principio cayó, blanco plumaje
que muere apenas cesa el vuelo.
Sorpresa inicial, mirada al cielo
-Aprieta un poco más, por Dios que cuaje-.

De blanco ha trocado su ropaje
al poco, cumplido nuestro anhelo,
una alfombra helada hace que el suelo
se convierta en pista de patinaje.

Y ya todo parece que se mueve
con imágenes que son como de lejos
y todos a soñar, por tiempo breve,

en la edad que no muestran los espejos.
Se ha poblado la plaza, por la nieve,
de niños, niños-hombres, niños-viejos.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Libros que leí: Travesuras de la niña mala.

 Va por usted, Don Mario.
Hay relaciones que perviven mientras destruyen. A veces el amor es la más dura de las drogas.
Ella entraba en su alma como un terremoto, destrozandolo todo. Cada vez que salía de su vida dejaba su  corazón roto en mil pedazos. Pero sin ella los trozos no se sueldan.
El pasó toda su vida lamiendose las heridas, renegando de una pasión que lo domina y prometiéndose no volver a caer. Y perdonándola, echándola de menos, suspirando por ella...
Y mientrás, él se mueve por el mundo. Sobreviviendo como alma en pena. Dedicado a su trabajo y sus recuerdos. Repara sus daños y se prepara para la siguiente venida: una casa mejor, un mundo más a su medida. Se reprocha no poder ofrecerle más para cuando ella quiera, incluso la justifica.
Y mientrás, ella se mueve por el mundo. Buscando quien le cumpla sus deseos. Sin importar el precio. Solo cuando es herida acude a él como refugio.
Ambos habitan ciudades maravillosas. sus vidas fluyen por Lima, Paris, Londres, Tokio, Madrid.
Ella solo da reproches y él la vida. Apenas se recupera se lleva todo y vuelve a abandonarlo. Él solo echa en falta su presencia. Y vuelta a recoger jirones del alma y recuerdos que ella deja en la casa vacía.
No os cuento el final. Podeis imaginarlo o leerlo. Os recomiendo lo segundo.

jueves, 24 de diciembre de 2009

enmudecido

Estoy mirando los tejados.

Las antenas son costillas metálicas clavadas  en  las azoteas. Traen a casa las imágenes que llenan nuestras vidas.
Por el aire, invisibles, viajan ondas que llevan toda la información del mundo a todas partes a la vez. La comunicación nos avasalla. La información nos rodea, no podemos eludirla.


Ahora que podemos hablar con cualquier parte del mundo como si estuvieran a nuestro lado, nos pasamos horas, en silencio, delante del televisor.
Se ha perdido la charla con los amigos. La era de la comunicación nos ha dejado mudos.

Estoy solo en la azotea, sin nadie con quien hablar.
Las antenas son lanzas clavadas en nuestras gargantas. Dejan sin voz nuestro mundo.